Desde un principio me gustó la idea de visitar Cancún. El viaje fue planeado desde noviembre y por acá en el norte comenzaba hacer frío. No es un clima que me agrade bastante, tampoco mi favorito.
Todo estaba listo. De hecho no necesitaba mucho: una pequeña maleta con 2 pares de jeans, blusas de algodón, traje de baño, sandalias, un par de zapatos abiertos, tenis, el celular y mi lap.
Apenas descendió el avión, vi a un chico posando para la que, al parecer de su cara, serían unas vacaciones inolvidables. Eso me alegró mucho. Siempre me ha gustado contagiarme de la felicidad de las personas.
La temporada invernal a mi parecer, es una de las mejores para visitar el Caribe Mexicano. No hace tanto calor y el viento de la tarde es perfecto. Mi capital no era mucho, así que decidí llegar a la casa de mi tío Daniel, (que por cierto trabaja mucho y lo explotan), hacerme amiga del vigilante y preguntarle cuál era la mejor forma de llegar a la playa más cercana.
-“Tomar el camión es lo mejor que puedes hacer. La ruta 15, la ruta 2 o cualquiera que diga HOTELES te deja en una playa, te van a cobrar $8.50 hasta allá. Un carro chico te va a cobrar $150, tú decides”-, me dice Don Roge.
Obviamente pienso que el intercambio cultural de un autobús me funciona más ya que hará paradas continuas y me servirá para conocer el lugar, por lo que tomo mi mochila azul de cuadritos, una guía gratuita que tomé del aeropuerto y mis sandalias para irme a la playa.
Algo que me deja anonadada es que la ciudad, cuenta con “n” cantidad de plazas y centros comerciales en muchos lugares, su catedral no está terminada y la zona hotelera es impresionante.
Me bajo del bus y llego a la zona arqueológica “El Rey”, la cual está resguardada por el Centro INAH Quintana Roo, perteneciente por supuesto, al Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Ésta Zona Arqueológica esta ubicada en la parte final de la Zona Hotelera, muy cerca de "El Mirador" o Playa Delfines. El nombre original del sitio se desconoce, sin embargo se le bautizó como tal debido a que ahí, se descubrió la porción de la parte superior de una escultura que representa un rostro humano ornamentado con un elaborado tocado, que seguramente retrató a un personaje de alta jerarquía.
Lo que me llamó mucho la atención fueron las iguanas que se encuentran en libertad. Pareciese que ellas son los guardianes que, celosamente protegen dicha zona.
La entrada tiene un costo de $ 37.00 pesos y esta abierta de 8:00 a las 16:00 hrs, y si eres menor de 13 años, estudiante, maestro o persona de la tercera edad con credencial vigente, la entrada es libre cualquier día, aunque si no entras en ningún rubro de los anteriores puedes ir en domingo y no te costará nada.
Luego de salir de ahí, llegar a Playa Delfines es muy fácil. Sólo hay que cruzar la calle y caminar unos 10 metros y listo, estás disfrutando de la brisa del mar.
La verdad el mar me encanta y me intimida. Me siento en la orilla, y mis pies apenas tocan la espuma que ofrece cada ola. Por todos lados admiro el contraste de azules y verdes que caracterizan ésta parte del Caribe, eso sin mencionar su arena fina y casi blanca. No veo casi turistas y eso me agrada. La tarde va cayendo. Va siendo hora de partir. ¿Miramos la tarde juntos?
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