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EL LEGADO DE LOS ANTEPASADOS.


Es de noche. Comienza a manifestarse el frío de noviembre. Voy caminando casi corriendo para no perderme entre la penumbra del tiempo. Llego a una calle que no tiene mucha iluminación. Creo conocer el lugar. Si, ya se dónde estoy. Cerca de la casa de Elena. Me siento muy feliz. Ella siempre tiene chocolate caliente y pan de muerto digno de éstas fechas. Toco el timbre. Minerva, su hija sale a recibirme. Me abraza y me da la bienvenida a su casa. Mientras camino, un perro que más bien parece un oso, me ladra. Ahí está Elena, como siempre cocinando algo delicioso. Hay algo nuevo en el hogar: hay una ofrenda.

Elena tiene poco menos de 60 años, vive en un municipio del Estado de México y desde el 31 de octubre ha preparado todo lo necesario para recibir a sus “muertitos”. Originaria de Azoyú, cerca de la costa chica de Guerrero, prepara desde hace más de 30 años las delicias que disfrutaban sus seres queridos en vida.




Nos cuenta que sus antepasados le inculcaron preparar la ofrenda desde el 31 de octubre debido a que las ánimas, quienes llegaban desde las 12:00 de ese día, tienen sed y buscan una luz o alimento en alguna casa.

-Son ánimas aquellos niños que no fueron bautizados o también aquellos espíritus que no cuentan con familiares vivos que les pongan una ofrenda, por lo tanto, siempre acostumbro colocarles una “luz”, agua para saciar la sed por el largo recorrido, pan y fruta para que se lleven de regreso-.

Me sorprende mucho saber eso. Imagino a esos espíritus esperando encontrar algún hogar en donde acoger alimento. No creo que sea fácil. Muchas personas ya no ponen ofrenda, pienso.

En ese momento, Elena hace algunos platillos para seguir recibiendo a tan distinguidos invitados: los niños.

-         -Se considera niño aquellos que no rebasan los 15 años de edad. Ellos llegan el 1º     de noviembre a las 12:00 pm y las ánimas se despiden y se van. Les coloco pan, fruta, agua, una luz, algunos juguetes y paletas. No les pongo dulces que no puedan agarrar porque como algunos son chiquitos, pueden ahogarse-.

Apenas termina, como si estuviese preparada esta charla inesperada, Minerva llega y toma algunos papeles picados y calaveritas para decorar la ofrenda. Me pide ayudarla con algunas cosas. La acompaño. Está muy contenta de poder ayudar a su madre. Coloca con mucho cuidado cada elemento que cargo y me dice:

-                                 -Es muy importante que al colocar tanto una veladora como el alimento, digas el nombre del difunto y se lo dediques. Como son muchos los visitantes que esperamos, no es posible poner tantas fotos por eso sólo ponemos una-.




Y si, efectivamente son bastantes. Por lo menos unos quince de entre los cuales Minerva me destaca a su abuela, dos hermanos y una prima que quiso mucho.
Elena llega a la mesa con rico y espumoso chocolate vertido en un tarrito de barro de colores vivos y un pedazo de pan de muerto. Suena el timbre. Es su esposo. Le da mucho gusto verme. Hemos sido amigos de toda la vida; bueno, al menos de los 25 años que tengo. Nos sentamos y continúa con la charla.

           -Elena, ¿qué es lo que cocina que huele delicioso?- pregunto.

          -Mole, carne de puerco en salsa roja, caldo de pollo, dulce de calabaza y arroz con leche-, me responde.

        -Preparo todo eso y un poco más porque son mis más preciados invitados. Ellos sólo vienen una vez al año y espero con gusto éstas fechas porque ellos si vienen. Yo siento su presencia. Por eso pongo su cruz de cal, su camino de flor de cempasúchil- Elena da un respiro.

         -¿Porqué el papel picado?, le cuestiono.

      -Aquí no pongo los arcos que se ponen en mi tierra porque no tengo forma de conseguirles y el papel picado es una forma de representar esos arcos que te digo-.

Una atmósfera llena de buenos recuerdos aparece en el aire. Mientras platicamos siento un calor diverso al de cualquier hogar. Quizá sean las ánimas que son felices porque alguien habla de ellas. También puede ser porque sin quererlo, a Elena le han salido algunas lágrimas por recordar con gusto algunos de esos inolvidables momentos que tuvo con los que con ella ahora ya no están.




-Creo que la gente nunca debe olvidar a esas personas que tanto quiso. Sólo es una vez al año que tenemos su visita. A mis nietos les he inculcado la importancia de la ofrenda, así como mis antepasados lo hicieron. Es una bonita tradición-, concluye Elena.

Se ha consumido el líquido vertido en el jarro y sólo quedan migajas de aquel delicioso pan de muerto. Sin querer ya pasan de las 10:00 pm y debo de irme. Me ha dado tanto gusto platicar con ellos. Indudablemente la fotos serán un excelente recuerdo. Me ha dado tanto gusto verlos. Me despido de ellos esperando que el año que viene pueda seguir disfrutando de esa maravillosa tradición. Los abrazo a todos y amenazo con reaparecer el año que viene. Todos ríen. El perro que parece oso ya no me ladra. Los despido con la mano y les digo adiós.




La gente muere. Sin embargo ¿muere en realidad?, quiero pensar que no. Sólo pasan a un plano distinto de la materia. Mientras se encuentren inmersos en la tradición y en los corazones de los seres queridos, nadie morirá jamás.





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