Era un día soleado cuando decidí visitar Mérida. Fue de esos momentos en los que sientes que las oportunidades existen una vez y cómo no iba a serlo: me encontraba a 5 horas de dicha ciudad. Sin más preámbulos, tomé mi mochila, algún refrigerio para el camino y salí para la central de autobuses. Al abordar el autobús, lo único que pensé fue en disfrutar de mi viaje, olvidarme de todo lo que me pudiese preocupar… bueno, al menos eso fue la primera hora. El trayecto me pareció bastante breve pues miraba por la ventana y reflexionaba acerca de los caminos para llegar a diversos destinos: la vegetación, el color de la tierra, las personas… todo tan distinto entre olores y matices que nos ha regalado la naturaleza. No cabe duda de que nuestro país es hermoso. Apenas bajé del autobús, busqué algún hostal para pernoctar una noche. No pasarían 10 minutos de haber caminado, cuando pude encontrarlo. El precio fue de $140 pesos e incluía el desayuno. Mi preocupación ahora ya había ter
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